El artículo ¿Seguir al colegio o a los padres? El efecto de las normas sociales en las actitudes hacia la desigualdad de género, publicado recientemente en la Revista Calidad en la Educación, es parte del estudio apoyado por la Convocatoria de Investigación en Educación del CNED y liderado por las investigadores Gloria Jiménez; Camila Contreras, Marais del Río y Sarah Paz de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
La desigualdad entre hombres y mujeres sigue siendo uno de los problemas más relevantes en las sociedades actuales (ONU Mujeres, 2020). Desde la psicología se ha propuesto mecanismos que explican por qué esta desigualdad se genera y por qué se sigue perpetuando, incluso en contextos aparentemente igualitarios o en los que se apoya el cambio social para generar igualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, los estereotipos de género, las actitudes sexistas o ciertas creencias sobre el amor romántico pueden contribuir a mantener esta desigualdad.
En este trabajo se estudió un mecanismo que también puede jugar un papel importante en la justificación de la desigualdad: las normas sociales. Las normas se entienden como aquello que otras personas —especialmente, personas o grupos significativos— hacen y validan, y pueden influir en las conductas de las personas y en sus actitudes, esto es, en sus opiniones y las valoraciones que hacen de algo o alguien. En el contexto de las relaciones entre hombres y mujeres, las normas sociales hacen referencia a las conductas y actitudes que son aceptadas respecto de estas relaciones. Así, una norma social sexista es la que legitima la desigualdad, por ejemplo, tolerando o aplaudiendo que alguien cuente un chiste sexista, culpabilizando a una mujer que es acosada o justificando la brecha salarial. Por el contrario, una norma social igualitaria sería la que no acepta este tipo de conductas y actitudes, sino que promueve y valida la igualdad entre hombres y mujeres. De esta forma, las normas también pueden castigar socialmente a las personas sexistas si se confronta a quien cuente un chiste sexista, culpabiliza a una mujer por sufrir acoso o justifica la brecha salarial. En este trabajo estudiamos el efecto de las normas de igualdad que provienen de dos grupos significativos para los y las estudiantes escolares: las normas de igualdad del colegio y de los pares. En concreto, analizamos si estas normas afectan al nivel de sexismo de los y las adolescentes y a la justificación que hacen de la violencia machista.
Por otra parte, el sexismo es una actitud prejuiciosa, que se define como la creencia de que las personas deben desarrollar distintos roles en la sociedad en función de su sexo. Es decir, de que hombres y mujeres son diferentes y, por lo tanto, deben llevar a cabo distintas tareas. El sexismo, al igual que otros tipos de prejuicio, puede expresarse de distintas formas. En esta línea, la teoría del sexismo ambivalente establece dos tipos de sexismo. Por un lado, el sexismo hostil es un prejuicio explícito y tosco, que define abiertamente a la mujer como inferior al hombre. Normalmente, este tipo de sexismo va dirigido hacia mujeres que rompen con el estereotipo tradicional de género. Así, se concibe a las mujeres como personas manipuladoras que buscan aprovecharse de los hombres; por ejemplo, a través de la idea de que las mujeres exageran sus problemas o buscan aprovecharse de su desventaja. Este tipo de prejuicio tiende a ser menos aceptado en la actualidad, quizás porque rompe con algunos de los valores que hoy se consideran más necesarios que antes y que son demandados a través de múltiples manifestaciones, como la igualdad y el respeto hacia las mujeres. Por otro lado, el sexismo benévolo es un prejuicio sutil, que puede pasar desapercibido o incluso interpretarse como caballerosidad. Este tipo de sexismo define a la mujer como diferente y complementaria al hombre, y se enmarca desde un tono paternalista y aparentemente positivo; por ejemplo, mediante de la creencia de que las mujeres deben ser cuidadas y protegidas por los hombres, ya que son más débiles y delicadas. El sexismo benévolo normalmente va dirigido hacia las mujeres que se adaptan al estereotipo de género tradicional, ya que, desde una óptica sexista, ellas son las que merecen la protección y los cuidados de los hombres.
Ambos tipos de sexismo tienen consecuencias negativas para las mujeres, pero también para los hombres, ya que legitiman los estereotipos tradicionales de género, limitando la libertad y la capacidad de desarrollo de ambos. El sexismo benévolo puede ser en cierta medida más dañino, ya que es más difícil de reconocer, al presentarse en un tono afectivo positivo y encubierto. De hecho, incluso personas que declaran apoyar el cambio social a través del movimiento feminista reportan altos índices de sexismo benévolo, lo que puede indicar que el sexismo benévolo puede no ser percibido de forma negativa, sino como algo positivo y respetuoso hacia la mujer.
El sexismo se asocia con otras creencias relacionadas con la desigualdad entre hombres y mujeres, por ejemplo, con la justificación de la violencia machista: violencia que reciben las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, y que está basada en la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. En concreto, las creencias sexistas pueden ser utilizadas para justificar y legitimar las diferencias de poder que existen entre hombres y mujeres, y que están a la base de esta violencia machista. Además, las personas que reportan altos niveles de sexismo benévolo tienden a culpabilizar en mayor medida a una mujer víctima de violación, y los hombres que reportan altos niveles de sexismo hostil muestran una mayor proclividad a cometer una violación a una mujer cercana o conocida. Las normas sociales de los grupos más relevantes también juegan un rol en la justificación de la violencia machista. Por ejemplo, recibir una educación igualitaria entre hermanos y hermanas —que puede entenderse como una norma de igualdad en el contexto familiar— predice la tolerancia hacia la violencia contra las mujeres en la pareja. Cuanto mayor es la educación igualitaria, menor es la tolerancia hacia la violencia.
Dada la importancia de las normas en las interacciones sociales, el objetivo de este estudio fue analizar el efecto de las normas igualitarias del colegio y de los pares en las actitudes hacia la desigualdad de género de los y las adolescentes.
Se investigó si las normas influyen en los niveles de sexismo hostil y benévolo, y en la justificación de la violencia machista. A través de un estudio correlacional con una muestra de 547 estudiantes escolares, se encontró que cuando la norma de los pares no apoya los estereotipos de género —es decir, es una norma igualitaria— esta predice niveles de sexismo más bajos y una menor justificación de la violencia machista. La norma del colegio no resultó ser determinante. Estos resultados muestran que las normas sociales de los pares pueden ser usadas como vehículo de cambio social para generar igualdad entre hombres y mujeres en el contexto escolar.
Los resultados mostraron que las normas de los pares predijeron en mayor medida los niveles de sexismo y la justificación de la violencia machista de los y las adolescentes que las normas del colegio. En concreto, cuando reportan que sus pares tienen una norma igualitaria que no apoya los estereotipos de género —por ejemplo, perciben en menor medida que los hombres deben proteger a las mujeres—, los y las adolescentes reportan unos niveles más bajos de sexismo hostil y benévolo, y una menor justificación de la violencia machista. Esto es, una norma más igualitaria predice unas actitudes menos sexistas. Estos resultados van en línea con la literatura que muestra que las normas de los pares son muy influyentes en la etapa adolescente (Dijkstra & Gest, 2015; Thomas et al., 2011) y son relevantes para predecir conductas futuras, ya que las normas de los pares pueden interiorizarse y perdurar en el tiempo (Kellam et al., 1998; Thomas et al., 2011).
Estos resultados son relevantes para generar políticas públicas en el contexto escolar a través de la construcción de normas sociales igualitarias. En esta línea, investigaciones previas muestran que las normas son un vehículo de cambio social, útiles para generar contextos más igualitarios. Para ello, sería necesario estudiar cómo los y las adolescentes perciben las normas, es decir, qué fuentes de información utilizan para entender cuáles son las actitudes y creencias validadas por el resto. Estas fuentes de información se han descrito como la observación de las conductas individuales de otras personas, la información general sobre cómo se comporta un grupo y las señales institucionales que se reciben. En el caso de este estudio, podríamos afirmar que las señales institucionales parecen ser menos relevantes que las conductas de los pares.
A partir del efecto positivo de la norma de los pares, diversas estrategias podrían utilizarse para generar normas sociales igualitarias. También pueden desarrollarse intervenciones que contribuyan a aumentar el conocimiento y la comprensión sobre el problema de la desigualdad de género y, sobre esta base, trabajar la percepción de los adolescentes de que son capaces de comportarse de forma igualitaria. centros educativos de todos los niveles, e involucrando a las familias, otro de los agentes socializadores Así, podría establecerse una norma social de autoeficacia ante la desigualdad de género, es decir, podría instalarse la norma de que es posible reconocer y actuar de forma eficaz en contra de la desigualdad. Para aumentar el efecto positivo de estas intervenciones y políticas públicas, deberían realizarse de forma transversal en los más relevantes en temas relacionados con el cambio social.
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